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La marquesa que mutiló el cadáver de su hija

El 30 de enero de 1954, el hijo de la marquesa de Villasante, Luis Shelly, denunció ante el juzgado de Madrid a su madre, por su proceder un tanto inquietante ante la muerte de su hermana Margot. La marquesa tenía la extraña afición de diseccionar animales de todo tipo, y el muchacho encontró parte del material quirúrgico que utilizaba para ese fin junto al lecho de muerte de su hermana, en concreto, unas tijeras y unas pinzas. Cuando Margot murió, el 19 de enero, su madre prohibió la entrada a la habitación al resto de los hermanos, que querían velarla, y se encerró en ella junto al cadáver de su hija con la sola compañía de su compañero sentimental, José María Bassols. Cuando por fin los hermanos tuvieron acceso, el cadáver de Margot se encontraba ya en un ataúd sellado para conducirla al cementerio. Una vez enterrada su hermana, Luis revisó la habitación y encontró un cuchillo largo y afilado y una tabla para cortar carne, por lo que sospechaba que el cadáver de su hermana había sido mutilado. En el juzgado número 14 de Madrid, el juez Aguado González, ordenó la investigación del caso.

Margarita Ruiz de Lihory, Marquesa de Villasante, siempre fue una mujer muy peculiar. Se consideraba una gran amante de los animales, en su casa tenía 17 perros, 3 gatos, 12 canarios y 2 tórtolas, pero su según palabras de su hijo ante el juzgado ” los diseccionaba una vez muertos, cortándoles la lengua, extirpándoles el corazón y arrancándoles el pellejo, que después conservaba. En alguna ocasión, decapitaba también a sus animales, conservando las cabezas“.

La policía registró la casa que la marquesa tenía en Madrid, en la calle Princesa en el barrio de Argüelles, aunque la familia vivía normalmente en el palacete de la Calle Mayor número 58 de la provincia de Albacete, donde murió Margot. Allí encontraron: ” UN HACHA pequeña de las llamadas de carnicero, con el mango de madera barnizada, con tres remaches dorados; UNA VASIJA, en forma de cubeta, toda ella de material plástico, la mitad inferior estriada, color blanco, la mitad superior transparente, con tapa color rojo y botón blanco y asa de alambre con manguito color rojo; esta vasija contiene, como puede comprobarse por la transparencia de su parte superior, UNA MANO DERECHA, al parecer de mujer, seccionada por la muñeca, estando el recipiente lleno de un líquido transparente…”

Tras estos descubrimientos, el juez ordenó la exhumación del cadáver. Al examinar el cuerpo de Margot descubrieron que, además de la mano derecha, le habían amputado parte de la lengua, extraído los ojos de las cuencas y recortado el vello púbico. Volvieron a registrar la casa, encontrando los ojos y la lengua de la joven junto con restos de vísceras de animales.

La casa de Albacete de la marquesa era muy famosa, los niños la conocían como “la casa de los fantasmas” y se comentaba que en los sótanos se realizaban extraños experimentos. Cuando la policía registró esta casa no encontró ningún sótano, pero la leyenda de que allí había un laboratorio secreto siguió circulando. Incluso hablaban de dos hombres vestidos de negro, que ocultaban sus caras, que fueron vistos entrando y saliendo de la casa.

La gente hablaba de unos “médicos nórdicos”, que estuvieron viviendo en aquella casa con el consentimiento de la marquesa. Decían que tenían que ver con un caso extraño de avistamientos de ovnis que se hizo famoso en aquella década, el posible contacto con seres venidos del planeta Ummo. Posteriormente se llegó a especular con que estos dos hombres de negro procedían de ese planeta imaginario y este fue su primer contacto con la tierra. Pero de este tema ya hablaremos en otro momento.

Otra hipótesis era que los supuestos médicos nórdicos, invitados por la marquesa cuando Margot enfermó, serían alemanes, miembros del Reich que utilizaban la casa para realizar experimentos. El pasado como espía de Margarita Ruíz no era ningún misterio. Estos dos científicos nazis huirían de Alemania durante los juicios de Nuremberg, y seguirían con sus experimentos en casa de la marquesa, tal vez de un arma química.

La historia de esta extraña mujer es muy poco común. Margarita Ruíz de Lihory y de la Bastida, marquesa de Villasante, baronesa de Alcahail, duquesa de Valdeáguilas y vizcondesa de la Mosquera, nació en Valencia a finales del siglo XIX, probablemente el 1889. Con 17 años se casó con Ricardo Shelly, con el que tuvo cuatro hijos. Se licenció en derecho en sólo dos años y estudió además enfermería e idiomas. Sirvió como espía para Miguel Primo de Rivera cuando había problemas con Marruecos, por lo que fue nombrada capitán honorario de las tropas en África por sus méritos. Posteriormente se dedicaría a ser pintora, bailarina, periodista, actriz y pianista.

Nunca quiso confesar por qué motivo mutiló el cadáver de su hija, pero tanto ella como su compañero fueron condenados por delito de profanación de cadáver y atentado contra la salud pública. En ese momento se supo que los títulos de marquesa de Villasante y baronesa de Alcahail no le correspondían a ella, sino a su hermana mayor, Soledad.

Para su macabra costumbre de descuartizar animales, existía una hipótesis, y ésta era que la marquesa los utilizaba para introducir en España joyas, diamantes y documentos secretos, tráfico al que se dedicaba, elementos que introduciría en el estómago de los animales vivos, para luego recuperarlos en su casa. Pór qué motivo conservaba partes de estos animales, nunca se supo, como tampoco se supo el motivo por el que mutiló a su hija. Debemos suponer que la marquesa tenía unas aficiones poco comunes de bastante mal gusto. No hubo juicio pero pasó 10 años en el psiquiátrico de Carabanchel.

Otra hipótesis sería que Margot enfermó al tocar, con su mano derecha, algo con lo que estaban experimentando los científicos alemanes, que entró en contacto con las mucosas provocando su enfermedad. Por ese motivo se amputó la mano y se extrajeron los ojos y la lengua. Margot se sabe que murió de una variante de leucemia. ¿Tal vez una leucemia química?. ¿O un virus extraterrestre traído por los hombres de negro?.

Margarita Ruíz se llevó el secreto con ella a la tumba. Murió en la miseria en su casa de Albacete, el 15 de mayo de 1968, está enterrada en el cementerio de Nuestra Señora de los Llanos, de esa misma ciudad. El mismo cementerio donde enterraron a su hija Margot.

En su momento, los hechos fueron publicados en un diario experto en crímenes y cosas macabras de la España profunda, “El Caso” (mi abuela era fan de esta publicación), en las páginas centrales, dedicadas a los crímenes más famosos del momento, pero recibieron amenazas y dejó de escribirse sobre el tema. La marquesa era tenida en mucha estima por su colaboración en África, y hay temas sobre los que es mejor callar.

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El Gran Hambre

De acuerdo a los mitos de su época, durante la Primera Guerra Mundial, tanto los soldados alemanes como ingleses experimentaron un gran número de fenómenos que fueron oficialmente suprimidos por ambos gobiernos. Hubo rumores de armas secretas y experimentos ocultos, pero en especial hubo una historia que era demasiado extraña hasta para los endurecidos soldados, y que ninguno pudo achacarle a los experimentos de ambos bandos con el fin de ganar la guerra.

La batalla de Flanders

Se dice que luego de la batalla de Flanders, los cirujanos y enfermeras en los hospitales comenzaron a encontrar errores en los diarios de admisión. Los libros mostraban soldados postrados en camas que no habían sido ocupadas en días. Como si los heridos simplemente se pusieran de pie y salieran de ahí justo tras ser admitidos.
Una semana después, los hospitales en toda Francia comenzaron a reportar desapaiciones. Durante la noche y bajo cuidado del personal, hubo soldados que fueron removidos por un agente desconocido e invisible jnuto con sus objetos personales. Primero se pensó en que simplemente habían desertado, pero la gravedad de algunas de las heridas hacía que dicho escape resultara imposible.
Los doctores le pedían discreción a los ayudanes para calmar el pánico, pero la noche continuaba comiéndose a los hijos inválidos de Inglaterra con rapidez.

El «Cristo de las Trincheras».

Esto  no pasó desapercibido para los demás pacientes, y eventualmente su miedo de permanecer en la cama sobrepasó el terror que tenían a los alemanes; al grado que un susurro erróneo de parte de una enfermera descuidada condujo a un disturbio que acabó en varios suicidios. Los pacientes comenzaron a describir sueños y pesadillas de criaturas de ojos vidriosos, que se movían en las sombras de los doctores y acariciaban a los moribundos con cientos de dedos largos y delgados. Las ilusiones y la histeria llegaron a un punto en que no podían ser suprimidos, y los hospitales se vieron obligados a cerrar, mandando a los enfermos y heridos de vuelta a Inglaterra bajo un sinfin de excusas.

Las desapariciones acabaron casi inmediatamente, y los oficiales al mando borraron todos los registros, citando como causa los efectos alucinógenos de ataques alemanes con gas. Aún así, tras el final de la guerra se hallaron registros ultrasecretos alemanes que describían una amenaza casi idéntica…
Una vez que los hospitales franceses cerraron, las pérdidas alemanas se duplicaron en el transcurso de una noche. De hecho, el malefactor siguió la retirada alemana hacia la capital, donde la hospitalización se transformó en algo equivalente a una sentencia de muerte.

Conforme los poderes de la Entente se acercaron a Berlín, las declaraciones enloquecidas de doctores y enfermeras crecieron hasta igualar las de sus pacientes: visiones horribles de ojos enormes y negros, y dientes como agujas que fueron ignorados por el gobierno.

Justo antes de la caída de Berlin, los reportes y las plegarias que pedían una intervención militar cesaron. Los doctores y el personal volvieron a sus labores, y los cuentos de acechadores espectrales fueron achacados a ilusiones y stress por la guerra. La lucha terminó y no se condujo investigación formal al respecto por ambos bandos.

No hubo explicaciones respecto al fenómeno, y todo lo que nos quedó fueron historias sombrías de locura hospitalizada. Aún así, es extraño pensar que una joven generación entera de doctores alemanes, que juraron no hacer daño – los mismos doctores que de pronto olvidaron el horror acechante – fueron tan complacientes con los planes sanguinarios del partido Nazi décadas más tarde. Y todavía más extraño, fue que su devoción a la carnicería en realidad parecía más hambre que odio.

AQUELARRE PERVERSO

DON NICANOR EN EL SEGUNDO ANIVERSARIO DE LA REVISTA ZONA SINIESTRA, REALIZO UNA DANTESCA CELEBRACIÓN  AQUÍ TE MOSTRAMOS COMO FUE Y HABER SI PUEDES IDENTIFICAR A TODOS LOS SERES QUE AN SALIDO EN LAS OTRAS PUBLICACIONES. DISFRUTEN.

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Asesinos Seriales de México

 

Al igual que muchos otros países del mundo, México cuenta con un extenso historial de asesinos seriales que, si bien no son tan conocidos como Edward Gein, John Wayne Gacy, Jack el Destripador o Harold Shipman, sí tiene un número considerable de psicópatas y degenerados cuyos crímenes no envidian en lo mínimo a los ya mencionados.
A continuación, una lista de los más conocidos.

Abdel Latif Sharif: Conocido como el Chacal, el Destripador y el Depredador de Ciudad Juárez), es el principal sospechoso en el caso de las muertas de Juárez, y a pesar de ello, se le condenó por un solo asesinato en 1995, aunque se cree que fue mínimo, el autor de otros quince en la ciudad fronteriza.

Adolfo de Jesús Constanzo y Sara Aldrete: El Padrino y la Madrina de Matamoros. Eran narcotraficantes y líderes de un culto conocido como «Los Narcosatánicos», siendo responsables de al menos una docena de asesinatos para rituales que mezclaban la tradición de la santería con el satanismo. Operaban en varias ciudades fronterizas de Estados Unidos y México durante la década de los ochenta.

Agustín Salas del Valle: Un asesino que se enfocaba en prostitutas de entre 20 y 40 años de edad, a quienes llevaba a hoteles en el Centro de la Ciudad de México. Ahí, las amagaba, las golpeaba y las violaba; para finalmente asesinarlas por estrangulación con cualquier cosa a su alcance, o también las apuñalaba.
Acostumbraba dejar los cuerpos en la habitación, envueltos en cobijas y ocultándolas bajo la cama para luego dejar mensajes en espejos y muros del lugar. Fue detenido en 1993 tras asesinar a una prostituta de forma ritual. Los medios lo nombraron «Jack el estrangulador».

Alejandro Máynez y Ana Benavides: Otros culpables de varios homicidios en Ciudad Juárez. Máynez era parte de una red de tráfico de personas y criminal sexual; se le acusó por dos feminicidios de empleadas suyas. Benavides era una satanista, a quien se le condenó por el asesinato de una familia de tres. Actuaron durante la década de 1980 y principios de los noventa.

Ángel Maturino Reséndiz: Llamado «el asesino de las vías del tren», fue culpable de asesinar a dieciséis personas en los estados de Texas, Illinois, Kentucky, California y Florida en el lapso entre 1986 y 1999. Su modus operandi consistía en entrar a las casas de sus víctimas durante la noche, asesinándolas mediante apuñalamiento o por arma de fuego; y posteriormente prendía fuego a la vivienda. Intentó justificarse con un delirio religioso, ya que de acuerdo a él, al matar a sus víctimas las purificaba.

Aracéli Vázquez: Se cree que era una copycat de la famosa «Mataviejitas». Fue condenada por el asesinato de una anciana en el 2003, aunque se sospecha de ella como culpable de múltiples asesinatos entre 1998 y 2003.

Cristina Soledad Sánchez: «La Asesina de Taxistas». Mató a cinco hombres, incluído su novio, mediante apuñalamiento. Se deshacía de sus víctimas tirándolas a un pozo de agua, y se cree que una de ellas aún permanecía con vida cuando la arrojó al pozo durante el 2010.

David Avendaño Ballina: Era un proxeneta, y se le acusó de asesinar a 70 de sus clientes mediante un coctél de benzodiacepina o ciclopentolato mezclado con alcohol. Era ayudado por una banda de varias mujeres y algunos hombres, a la cual se le conocía como «Las Goteras». Actuó entre los últimos años del siglo XX y la primera década de este milenio.

Delfina, María de Jesus, Carmen y Eva González: Las «Poquianchis», eran un grupo de hermanas que se dedicaban a la trata de blancas y la prostitución de estas. Son responsables de cerca de cien homicidios, y si bien la cifra oficial es de 80 mujeres y 11 hombres, la cifra estimada se cree que es de hasta 150. Las Poquianchis mandaban matar a sus objetivos, y enterraban sus restos en fosas clandestinas de su hacienda en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Son las asesinas más prolíficas en la historia de México, y cometieron todos sus crímenes entre los años cincuenta y sesenta.

Emma Arguello, Roxanna Lizbeth Arredón Arguello y Leslie Madeline Arellanes Arrendón: «Las Viudas Negras de la Ciudad de México», eran una familia consistente de abuela, madre e hija, que asesinaron a dos hombres; el esposo de Roxanna, a quien asesinaron atropellándolo; y a una pareja de Leslie, a quien mataron a golpes. Todo esto entre los años 2009 y 2010.

Felícitas Sánchez Aguillón: Asesinó a un gran número de bebés y niños en la década de 1930, ganándose el apodo de «la Ogresa de la Colonia Roma». Practicaba abortos clandestinos, traficaba con niños y llegaba incluso a realizar «abortos» aunque la madre ya estuviese en labor de parto. Asesinaba a los bebés y niños que no podía vender mediante asfixia, envenenamiento, apuñalamiento e inclusive por inmolación.

Felipe Espinoza: Asesinó a 24 estadounidenses en 1863 en Colorado. Sus crímenes estaban motivados por sentimientos de xenofobia y racismo, y asesinó tanto a hombres como a mujeres, desmembrándolos.

Francisco Guerrero: Llamado «El Chalequero», era un criminal sexual responsable de asesinar a 21 sexoservidoras, a quienes violó, estranguló y finalmente decapitó entre los años de 1880 y 1908 en la Ciudad de México.

Guadalupe Martínez de Bejarano: Una sádica sexual conocida como «La Temible Bejarano» que operó a finales del siglo XIX y principios del XX, asesinando a tres mujeres por inanición, a quienes previamente retuvo por meses sometiéndolas a tortura.

Gregorio Cárdenas: Un criminal sexual conocido como «El Estrangulador de Tacuba». Fue responsable del asesinato de 4 mujeres en 1942 en la Ciudad de México, con la delirante idea de revivirlas al estilo del monstruo de Frankenstein.

Higinio «El Pelón» Sobera: Era un enefermo mental que asesinó a 2 personas a tiros en 1952 en la Ciudad de México sin razón o motivo aparente. Se cree que mató a más personas.

Jesús Manuel Guardado Márquez, Victor Manuel Moreno Rivero, José Gaspar Cevallos y Agustín Toribio Castillo: Una banda de criminales sexuales conocidos como «Los Ruleteros de Ciudad Juárez», que asesinó a cinco mujeres en la década de 1990.

José Luis Calva Zepeda: Llamado también «El Caníbal de la Guerrero» o «El Poeta Caníbal», asesinó a 3 personas en su departamento de la colonia Guerrero. Fue detenido en el 2007 tras asesinar a su pareja sentimental; y en su departamento se encontraron restos de carne y un plato con cubiertos, así como el tronco de la mujer que fue reportada desaparecida el 5 de octubre de ese año por sus familiares. Otras partes del cuerpo fueron encontradas en el refrigerador, mientras que su antebrazo fue hallado frito en un sartén.
A Calva Zepeda se le relacionó con la muerte de una de sus ex-novias, a quien encerró en un automóvil para que no pudiera escapar y la descuartizó al llegar a un basurero.
También se le encontró culpable de la muerte de una sexoservidora. El 18 de Octubre se le vinculó con otra ex-novia previamente maltratada, a quien obligó a ver películas de temática zoofílica y a tener relaciones sadomasoquistas. Calva Zepeda se suicidó el 11 de diciembre de ese año.

José Ortiz Muñoz: El «Sapo de Lecumberri», era un militar que cometió un número indeterminado de asesinatos mediante machetes y armas de fuego durante el periodo entre los años 20 y los 40. Su posible número de víctimas asciende a tal vez más de 100, de sexo indistinto y de todas las edades. Se rumora que todavía cometió más asesinatos estando en el Palacio de Lecumberri, y que no hubo más opción que llevarlo a las Islas Marías para asesinarlo de un tiro a la cabeza.

Juana Barraza Samperio: La famosa «Mataviejitas» asesinó a 17 mujeres de edad avanzada en un periodo de tiempo entre 1989 y el año 2005, haciéndose pasar por una enfermera para cometer los crímenes. Llegó a matar a 51 ancianas, a quienes estranguló o apuñaló.

Juan Corona: Un criminal conocido como «El Asesino del Machete». Asesinó a 25 inmigrantes y vagabundos tras haberlos sodomizado en el año de 1971 en California, Estados Unidos.

Macario Alcala Canchola: Conocido como «el Jack Mexicano», era un copycat de Jack el Destripador que asesinó por lo menos a dos sexoservidoras durante la década de los 60 en la Ciudad de México. Se le atribuyen otros doce homicidios.

Madgalena Solís: Criminal sexual, sectaria y fanática religiosa conocida como «La Gran Sacerdotisa de la Sangre» que asesinó a ocho personas en sacrificios rituales en el estado de Nuevo León en 1963. Bebía la sangre de sus víctimas.

María Reyes: «La Pescuecera». Era una enferma mental responsable del asesinato de un gran número de niños a finales del siglo XIX e inicios del XX. Los secuestraba y luego los estrangulaba.

Mario Alberto Sulú Canché: Criminal sexual que asesinó a 3 mujeres jóvenes durante el 2007 y el 2008 en Yucatán, actos que le otorgaron el apodo del «Matachavitas». Las estranguló o las mató a golpes.

Pedro Padilla Flores: «El Asesino del Río Bravo». Violó y asesinó a un número indeterminado de mujeres en la década de los 80 en Ciudad Juárez. Fue detenido en 1985, pero escapó en 1990. Se le cree culpable de múltiples feminicidios en Juárez, incluido el de la holandesa Hester Suzanne van Nierop, asesinada en 1999.

Raúl Osiel Marroquín: «El Sádico», secuestró y asesinó a 4 homosexuales en el año 2005. Los torturó y asfixió por motivos de odio.

Rodolfo Fierro: Llamado «El Carnicero de Villa», era un revolucionario que liberaba en campo abierto a varios prisioneros de guerra para cazarlos como animales. Asesinó a un número indeterminado de prisioneros durante la década de 1910, y según John Reed, asesinó por lo menos a 15 personas, aunque otros informes dicen que el total de víctimas asciende a 300.

Sergio Armendáriz Díaz, Juan Contreras Jurado, Carlos Barrientos Vidales, Luis Andrade y José Juárez Reyes Rosales: Una banda de criminales que asesinaron a 10 mujeres hasta 1996, cuando los capturaron. Se les cree cómplices de Latif Sharif, probablemente sicarios.

Victor Javier García Uribe y Gustavo González Meza: Conocidos como «El Cerillo y la Foca», se les detuvo en el año 2001 por feminicidios en Ciudad Juárez.

 

Issei Sagawa. Entrevista Con Un Caníbal (+18)(NSFW)(Gore).

Uno de los documentales mas bizarros que he visto. Issei Sagawa, un estudiante de intercambio japonés en paris, de da nada mas ni nada menos que por asesinar a su compañera de cuarto para después desmembrarla y luego comerla.
Lo mas alarmante del caso es que, si bien Sagawa fué deportado, la sentencia que se le imputó en europa cambió totalmente por un nuevo veredicto de los psiquiatras y fué puesto en libertad. Con el tiempo, esta persona se convirtió en objetivo de interés para la prensa y los medios de su país.
Tanto así, que terminó siendo una estrella tipo Charles Manson, pero en Japón. En el documental cuenta con sebicia cada hecho del asesinato, como si lo hubiese cometido con toda premeditación. Además está ilustrado con dibujos porque a él le gusta dibujar y  dibujó todo. También lo publicó en libros.
A mi parecer, los nipones están medio locos. Ya hacia lo último, el hombre comenta sobre su impotencia, lo que le causa un deseo no de matar y comer personas, sino de ser torturado y matado lentamente por una de sus Pop idol japonesas preferidas.
Ciertamente un documental macabro. Lo malo es que debo decir que el documental se encuentra en japonés con traducción al inglés unica y exclusivamente. Check it out y espero sus comentarios acerca de la mentalidad retorcida de este sujeto.
Checa las fotos de su terrible acto:

El Gasero Loco de Mattoon

 

También conocido como el «Merodeador Anestésico», el «Anestesista Loco», el «Anestesista Fantasma», el «Gasero Loco de Roanoke» o simplemente el «Gasero Loco», fue una persona o grupo de individuos que se cree eran responsables por una serie de ataques con gas que ocurrieron en el condado de Botetourt, Virginia, durante los 1930s y en Mattoon, Illinois, durante los años 40.
Aún hay debates sobre si todo fue un caso de histeria masiva, si los reportes individuales estaban conectados o si simplemente la explicación que se le otorgó a los eventos fue real.

Apariencia del Gasero Loco.
La mayoría de las descripciones del Gasero Loco están basados en el testimono del Señor y la Señora Bert Kearny del 1408 Marshall Avenue, las víctimas del primer caso de Mattoon reportado por los medios. Describen al gasero como un hombre alto, delgado, vestido en ropa negra y portando una gorra de cuero sobre la cabeza. Otro reporte hecho semanas después, describe al gasero como una mujer vestida con ropas de hombre. El gasero también ha sido descrito como portador de una herramienta de agricultura para rociar pesticida, con la cual supuestamente lanza el gas.

Botetourt:
El primer caso del Gasero Loco ocurrió en el condado Botetourt, Virginia, con una serie de ataques entre el 22 de Diciembre de 1933 y Febrero de 1934.

El primer reporte ocurrió en el hogar de Cal Huffman, en Haymakertown, condado de Botetourt, cuando se reportaron tres ataques a lolargo de una noche.

A las 10:00 pm el 22 de diciembre de 1933, la Señora Huffman reportó un olor inusual, y cayó víctima de una sensación intensa de náusea. El olor y la náusea volvieron a las 10:30 pm, cuando Cal Huffman contactó a la policía. Un tercer ataque tuvo lugar a la 1:00 am, esta vez afectando a la casa entera; en total, ocho miembros de la familia Huffman fueron afectados por el gas, junto a Ashby Henderson, un huésped en la casa. Los síntomas incluyeron dolores de cabeza, náuseas, hinchamiento facial, y constricción de la boca y garganta.
Alice Huffman, la hija de Cal Huffman, sufrió una reacción mucho más severa al gas: su garganta se cerró de tal forma que dejó de respirar y hubo que resucitarla. Sufrió convulsiones por varias semanas después del ataque, aunque el doctor local S.F. Driver registró que esto era debido a un ataque de ansiedad, y no por los efectos del gas.

El siguiente incidente ocurrió en Cloverdale, el 24 de Diciembre. Clarence Hall, su esposa y sus dos hijos regresaban de un servicio religioso a las 9:00 pm. Detectaron un fuerte olor dulzón, y de inmediato se empezaron a sentir débiles y nauseabundos. La policía que investigó el caso descubrió que un clavo había sido removido de una ventana trasera, cerca a donde el gas estaba más concentrado, presumiblemente el agujero del clavo había sido usado para inyectarlo a la casa.

Un tercer incidente ocurrió el 27 de Diciembre, en el cual, el residente de Troutville, A. Kelly y su madre, reportaron signos similares y síntomas parecidos a los casos Huffman y Hall. Un cuarto y quinto incidente ocurrieron el 10 de Enero, cuando la Señora Moore, una huésped en el hogar del residente de Haymakertown, Homer Hylton, reportó haber oído voces afuera antes de que el gas fuera inyectado a la habitación a través de una ventana dañada.
El segundo ataque fue reportado en Troutville, en el hogar de G. Kinzie.

Hubo otros incidentes registrados, pero las autoridades determinaron que fue una combinación de falsas alarmas y residentes preocupados que reportaban olores comunes como signos de un ataque.

Mattoon:
La segunda oleada de casos ocurrieron en Mattoon, Illinois. Comenzaron en agosto de 1944 y continuaron por varias semanas.

El primero de esta oleada ocurrió en una casa en Grant Avenue, Mattoon, el 31 de Agosto de 1944. Urban Raef despertó temprano en la mañana al sentir un olor extraño. Comenzó a sentir náuseas y a debilitarse, también sufriendo un caso de vómito. Sospechando que sufría de envenenamiento por gas doméstico, la esposa de Raef intentó revistar la estufa para ver si había problema, pero se dió cuenta de que estaba paralizada y no podía levantarse de la cama.

Esa noche, otro incidente similar fue reportado por una joven madre que vivía cerca. Se despertó por el sonido de su hija tosiendo, pero no pudo dejar la cama para levantarse a verla.

El primero de Septiembre, se reportó un tercer incidente en casa de la señora Kearny en Marshall Avenue a las 11:00 pm. A las 12:30 am, Bert Kearny, el esposo de la señora Kearny (un taxista local que había estado ausente cuando la señora olió el gas paralizante), regresó a casa para encontrar a un hombre sin identificar escondiéndose cerca a una de las ventanas de la casa. El hombre escapó, y Kearny fue incapaz de capturarlo. La descripción del merodeador era la de un hombre vestido en ropa negra, vistiendo una gorra ajustada. La descipción fue reportada en los diarios locales, y se convirtió en la descripción común del incidente de Mattoon.

El 5 de Septiembre, Carl y Beulah Cordes de la calle North 21, regresaron a casa a las 10 pm. Tras pasar unos minutos en la casa, encontraron un pedazo de tela blanca, poco más grande que una toalla de cocina, en su porche frente a un mosquitero. Beulah Cordes levantó la tela y la olfateó. Tan pronto como la inhaló, se puso violentamente enferma.
Describió el efecto similar a un choque eléctrico. Su rostro se inflamó, experimentando una sensación de ardor en su boca y garganta, y comenzó a vomitar. Beulah Cordes planteó una hipótesis posterior respecto a que la tela había sido dejada ahí para noquear al perro de la familia, para que el merodeador pudiera entrar a la casa sin ser visto.

En adición a la tela, una llave esqueleto desgastada, fue encontrada en la acera adyacente al porche, junto con un lápiz labial casi vacío. La tela fue analizada por las autoridades, pero no hallaron químicos que explicasen la reacción de Beulah Cordes.

La misma noche, se reportó un incidente en el cual la señora Leonard Burrell reportó haber visto a un extraño entrar por la ventana de su dormitorio e intentar aplicarle gas.

Una histeria colectiva comenzó a cubrir al pueblo, el FBI se involucró y la policía local ejecutó un toque de queda.

Durante este periodo, una evidencia física se incrementó; desde huellas bajo ventanas, o intentos para romper cristales, así como mosquiteros desgarrados.

Tras el anuncio el 12 de septiembre de que la policía reduciría la caza del gasero, los reportes desaparecieron. El único reporte notable es que Bertha Burch vió a una mujer vestida como hombre merodeando misteriosamente.

Explicaciones:
Hay tres teorías sobre los incidentes del Gasero Loco de Masttoon: histeria colectiva, polución industrial o un verdadero atacante. Los eventos también han sido tratados por autores como sucesos paranormales.

Luego de dos semanas de que iniciaran los ataques en Mattoon, el comisionado de salud pública, Thomas V. Wright, anunció que indudablemente habían ocurrido varios incidentes con gas, pero que muchas instancias se dieron gracias a la histeria: residentes oyendo eventos alarmantes, e incluso sufriendo pánico al ser confrontador por un olor fuera de lugar o una sombra en la ventana.

La Identidad del Gasero:
Luego de analizar los eventos, algunos investigadores han concluido en que algunos de los incidentes fueron el trabajo de un atacante actual que ejecutó los actos, según reportan los testigos.

Si los eventos en Botetourt y Mattoon están conectados, es algo que no se sabe aún. El autor Mike Dash argumenta que si bien hay hechos similares (huellas femeninas, olores similares y síntomas parecidos), no existe una conexión. Jerome Clark también nota similitudes entre los casos, pero alega que no existe un eslabón para unirlos. Clark rechaza la idea de que el caso en Virginia inspiró el ocurrido en Mattoon como un caso de histeria o un «efecto copycat». Los incidentes tomaron lugar una década aparte, en diferentes locaciones y argumenta que Botetourt recibió muy poca publicidad fuera del condado.

En el 2003, Scott Maruna, un antiguo residente del área afectada por el incidente de 1944, publicó un libro que detalla su hipótesis respecto a que los ataques fueron obra de un hombre perturbado mentalmente llamado Farley Llewellyn.
Maruna escribe que Llewellyn, quien estudiaba en la Universidad de Illinois durante los ataques, era un excelente estudiante de química aislado de la comunidad local por sospechas de que era homosexual, dándole posiblemente el conocimiento y el motivo para cometer los ataques. Maruna argumenta que muchos ataques fueron cerca del hogar de Llewellyn, y que la sprimeras víctimas asistieron a la preparatoria con él.
En adición a mencionarlo como el gasero, Maruna clama que las hermanas de Llewellyn, Florence y Kathryn Llewellyn, estuvieron involucradas y que llevaron uno o más ataques para evitar que a su hermano se le tomara como sospechoso.

Autores en lo paranormal han cubierto los eventos. Clark describre una ilustración del Gasero en el libro de Loren Coleman, Mysterious America, como un «ser no humano, posiblemente extraterrestre.»

Delphine LaLaurie – La Torturadora de Nuevo Orléans

Delphine LaLaurie (1775-1842)

Marie Delphine LaLaurie nació en 1775 en Louisiana, y vivió la opulenta vida de la clase alta del sur de los Estados Unidos hasta el 10 de abril de 1834 cuando su elegante casa en la Royal Street se incendió, y un grupo de rescatistas hizo un descubrimiento que alarmó incluso a la racista y cruel sociedad del sur de los Estados Unidos…
Como toda familia de dinero en su tiempo, los LaLauries poseían esclavos para atender su lujosa mansión en Royal Street, en el centro de Nueva Orleans. De acuerdo a algunos historiadores, LaLaurie era amable con los negros en público y siempre se preocupaba por la salud de sus esclavos; mientras que los visitantes a la mansión decían que sus esclavos se veían «demacrados y misreables»; aunque hay registros públicos de que LaLaurie emanció a dos de sus esclavos (un Jean Louis en 1819 y un Devince en 1832), existían rumores de que LaLaurie maltrataba a sus esclavos, y se llegó al grado de enviar a un abogado local para recordarle a la mujer que existían leyes que debían seguirse si se poseían esclavos.
Aunque en su visita, el abogado no encontró evidencia alguna de malos tratos o crueldad contra los esclavos por parte de la socialité.}

La mansión LaLaurie en 1900

En fechas posteriores a la visita del abogado, uno de los vecinos de LaLaurie vio caer desde el techo a una niña negra mientras escapaba de Delphine LaLaurie, quien de acuerdo al testigo, perseguía a la niña con un látigo en mano. El cuerpo de la niña fue subsecuentemente enterrado en terrenos de la mansión.
Este incidente llevó a una investigación sobre los LaLauries, en la cual fueron hallados culpables de crueldad ilegal y forzados a liberar a nueve esclavos. Estos esclavos fueron comprados por los LaLaurie nuevamente bajo el uso de intermediarios y regresados a la residencia de Royal Street.
De igual manera, se reportaba también que LaLaurie mantenía a su cocinera encadenada a la estufa de la cocina y que golpeaba a sus hijas cuando intentaban alimentar a los esclavos.
El 10 de abril de 1834, la residencia LaLaurie se incendió bajo circunstancias sospechosas; y si bien los rescatistas y peatones intentaban entrar a los aposentos de los esclavos para asegurarse de que todos los habitantes habían salido, los LaLaurie se negaron a dejarlos acceder. Los rescatistas derribaron las puertas y encontraron a «siete esclavos, más o menos mutilados de forma horrible… colgados del cuello, con las extremidades aparentemente alargadas y torcidas», que dijeron haber estado aprisionados ahí por algunos meses.

Uno de los que entraron al lugar fue el jues Jean-Francois Canonge, que subsecuentemente dijo haber hallado en la mansión a «una negra… usando un collar de hierro», y «una vieja negra que tenía una herida profunda en la cabeza y que estaba demasiado débil como para caminar». Canonge dijo que cuando le preguntó al esposo de LaLaurie sobre los esclavos, el hombre dijo «de forma insolente, que algunas personas mejor deberían quedarse en casa antes de venir a las casas de otros a dictar leyes y entrometerse con los negocios de otras personas».
Otra versión de la historia que circuló en los medios durante 1836 clama que el fuego fue iniciado deliberadamente por la cocinera de LaLaurie para llamar atención respecto a los esclavos, y añadía que éstos estaban emaciados, mostraban rastros de haber sido despellejados a latigazos, estaban encadenados y usaban collares con púas de hierro que mantenían sus cabezas en una posición estática.
Cuando el descubrimiento de los esclavos torturados se hizo conocido, una muchedumbre de ciudadanos locales atacó la residencia LaLaurie y «demolieron y destruyeron todo lo que podían tocar». Un sheriff y sus oficiales fueron requeridos para dispersar a la multitud, y cuando ésta se fue, la propiedad en Royal Street había sido dañada de forma considerable, dejando «apenas algo más que las paredes». Los esclavos torturados fueron llevados a una cárcel local, donde la gente podía verlos de forma libre. El Bee de Nuevo Orléans reportó que para el 12 de abril, 4000 personas habían visto a los esclavos torturados para «convencerse a sí mismos de su sufrimiento». El Sol de Pittsfield, citando al Advertiser de Nuevo Orléans y escribiendo varias semanas luego de la evacuación de los esclavos de LaLaurie, decía que dos de los esclavos habían muerto desde el rescate y añadieron: «Entendemos… que al excavar el patio, se han desenterrado cadáveres y que en los terrenos de la mansión se descubrieron otros, en particular uno de un niño». En un libro de 1838 se da una cifra de dos cuerpos desenterrados, incluyendo el del niño.

Luego de la muerte de LaLaurie en 1842 en París, circularon historias del trato a los esclavos en Louisiana y fueron reimpresas en colecciones de historias por Henry Castellanos y George Washington Cable. Éste dijo que sus historias estaban basadas en relatos contemporáneos de periódicos como el Bee de Nuevo Orléans y el Advertiser, y el libro de 1838; pero mezcladas con síntesis, diálogos y suposiciones hechas por él mismo.
Luego de 1945, las historias de los esclavos de LaLaurie se volvieron mucho más explícitas. Jeanne deLavigne escribió en Ghost Stories of Old New Orleans (1946) que LaLaurie tenía un «apetito sádico que parecía nunca saciarse hasta que había inflingido en uno o más de sus esclavos alguna forma horrible de tortura», y añadió que algunos de los que respondieron al incendio de 1834 hallaron «esclavos masculinos, desnudos, encadenados a un muro, con los ojos arrancados, uñas extraídas de los dedos, orejas colgando de retazos; labios cosidos… intestinos extraídos y enredados alrededor de sus cinturas. Tenían agujeros en los cráneos, donde se introducían varas para remover los cerebros.» DeLavigne nuna citó una fuente para estos sucesos, y de hecho fueron considerados ‘faltos de verdad’ por las fuentes primarias.

La historia fue aún más embellecida en Journey into Darkness: Ghosts and Vampires of New Orleans (1998) por Kalila Katherina Smith, la operadora de un negocio de tours de fantasmas de Nuevo Orléans. Smith añadió detalles explícitos hechos por los rescatistas como «una víctima que obviamente tenía los brazos amputados y la piel pelada en un patrón circular, haciéndola ver como una oruga humana», y otra cuyas extremidades habían sido fracturadas y movidas en «ángulos extraños para que pareciera un cangrejo humano». Muchos de los detalles del libro no tenían fuente, mientras que otros no eran sostenidos por las fuentes oficiales.
Hoy, las historias del mito de LaLaurie usan a menudo las versiones de DeLavigne y Smith para hablar de torturas explícitas y poner el número de esclavos que murieron a manos de LaLaurie en una cifra tan alta como cien.

Asesina

Me siento diferente,
Han cambiado mis ideologías,
Han pasado de ser dulces melodías
A tenebrosas manias adictivas.
He pensado en el resplandor de gotas,
Teñidas de rojo, Resbalando poco a poco,
Delicioso liquido espeso,
Que resbalé sobre algún torso.
Una vez soñé mis manos furiosas,
Dibujando dolor en su boca,
Utilizando como lienzo su piel,
Y una navaja de plata como pincel.
Esas voces rosando mis timpanos
Eran demasiado exitantes para un orgasmo;
Me llenaba de vida su llanto,
El hermoso brillo de sus lágrimas
Combinaba perfecto con el ritmo de su aliento.
Sus cabellos castaños humedecidos
Por el destellante rojo de su sangre,
Que Hermosa imagen !!!
Tan frágil y temerosa,
Tan débil, tan afligida.
Me llaman !! me lo piden a gritos !!
Desean un retrato de mi crueldad,
Me suplican hacer esas imagenes realidad.
Mis sueños frustados, mis traumas de infancia,
Mis miedos aún no superados…
Plasmados en su cuerpo ensangrentado…
Dejarán de ser sueños…

Tsutomu Miyazaki – El Otaku Asesino

 

Tsutomu Miyazaki

Tsutomu Miyazaki (1962-2008) fue uno de los asesinos seriales más infames en la historia de Japón; donde se le conoce también como el Otaku Asesino, el Asesino de niñitas y Drácula.
Sus crímenes, cometidos entre 1988 y 1989 consistieron en la mutilación y asesinato de cuatro niñas de entre cuatro y siete años; así como actos de necrofilia y canibalismo en los cadáveres. Los crímenes fueron nombrados como «Los Secuestros y Asesinatos Seriales de niñas pequeñas en Tokio/Saitama», donde sacudieron a la prefectura de Saitama, la cual poseía un historial casi inexistente de crímenes cometidos contra pequeños.
Lo que hace impresionante a este asesino no es que fue uno de los primeros asesinos seriales en Saitama, si no la crueldad y depravación con la que ejecutó sus crímenes; así como actos que incluían necrofilia con los pequeños cuerpos y el consumo de la sangre de una de sus víctimas.
Durante el día, Miyazaki era un empleado común y corriente; mientras que en su tiempo libre seleccionaba niñas al azar para asesinarlas y enviaba cartas a las familias de las víctimas; relatando de forma gráfica lo que le hacía a sus víctimas. Por ejemplo; la familia de Erika Nanba recibió una tarjeta que decía lo siguiente:

«Erika. Frío. Toser. Garganta. Descanso. Muerte.»
Uno de los actos más perturbadores involucra a su primer víctima, una pequeña llamada Mari Konno; cuyo cadáver fue dejado en una colina para descomponerse, y tras considerar que estaba lo suficiente putrefacto; le cortó las manos y pies, los cuales guardó en un armario; donde fueron descubiertos tras su arresto.
Posteriormente quemó los huesos restantes en un horno, los molió hasta hacerlos polvo y los envió a la familia de la niña junto con varios de sus dientes, fotos de su ropa y una tarjeta que decía:
«Mari. Cremada. Huesos. Investigar. Prueba.»
Sus víctimas fueron, en el siguiente orden: Mari Konno (4 años), Masami Yoshizawa (7 años), Erika Nanba (4 años) y Ayako Nomoto (5 años); y el único patrón entre las víctimas fue que sus familias eran molestadas por llamadas telefónicas, las cuales consistían en un silencio total. Incluso, se sabe que si el teléfono no era contestado, podía seguir sonando por 20 minutos.

La racha de asesinatos de Miyazaki culminó el 23 de julio de 1989, cuando Miyazaki intentó meter el lente de una cámara en la vagina de una niña, en un parque cercano a su casa; donde fue sorprendido por el padre de la niña. Miyazaki corrió desnudo para escapar, y eventualmente decidió regresar al parque para recoger su automóvil; solo para ser arrestado por la policía gracias a una llamada de denuncia ejecutada por el abuelo de la niña.
Una búsqueda del departamento de dos habitaciones de Miyazaki reveló una colección de 5673 videocasettes que contenían entre otras cosas, anime y películas slasher (que se usaron posteriormente para encontrar un motivo para la locura del hombre). Entre otras cosas, se hallaron videos y ropa de sus víctimas; y Miyazaki mismo se declaró un fanático de las películas de horrors; incluyendo el cuarto film de la serie Guinea Pig (La Sirena de la Cloaca).
Cuirosamente, Miyazaki permaneció calmado y totalmente desinteresado respecto a su captura.
Los medios pronto le llamaron «El Otaku Asesino»; y sus asesinatos incitaron a un pánico moral contra los otaku, acusando al anime y las películas de horror por convertirlo en un psicópata.
El juicio contra Miyazaki comenzó el 30 de marzo de 1990; y Miyazaki echó la culpa de sus atrocidades a «Rat Man», un alterego que supuestamente lo incitaba a matar; e inclusive pasó gran parte del juicio dibujando a «Rat Man» como una carictura. Se le creyó loco, y si bien permaneció encarcelado durante la década de los noventa, la prefectura de Saitama lo sometió a una serie de evaluaciones psiquiátricas; donde se describió como un personaje con un desorden de identidad desasociada (personalidades múltiples). Aún así, el juez lo declaró consciente de la gravedad y la consecuencia de sus crímenes y por ende, culpable. Se le sentenció a muerte el 14 de abril de 1997; mientras que la sentencia fue retrasada por la Alta Corte de Tokio hasta junio 28 del 2001 y por la suprema corte de justicia el 17 de enero de 2006.
Curiosamente, Miyazaki se consideraba una persona buena y describió sus crímenes como «actos benevolentes», jamás pidiendo perdón por ellos. Otro asesino posterior, Kaoru Kobayashi; se describió a sí mismo como el «próximo Tsutomu Miyazaki o Mamoru Takuma», pero Miyazaki clamó que «no le permitiría llamarse a sí mismo el segundo Tsutomu Miyazaki hasta que no pasara por una evaluación psiquiátrica».
A Miyazaki se le ejecutó por la horca el 17 de junio de 2008.

Que tu nombre se vaya al olvido, ¡asesino!

Hay momentos en la historia de la humanidad que se salpican de la sangre de inocentes, gente que muere repentinamente a manos de un homicida y algunos casos su nombre queda prohibido. Así ocurrió con el asesino de Aurora, Colorado.

Transcurría una noche emocionante para los fanáticos de Batman, en una ciudad de Colorado, la multitud se disponía a disfrutar del estreno de la más reciente película del héroe de comics, The Dark Knight Rises, eran los primeros minutos del 20 de julio de 2012. Las luces se apagaron, en la pantalla se sucedían las secuencias del filme, el sonido era impecable: mantenía a los espectadores dentro de la trama y todo parecía tan real… el infierno también es real.

Un sujeto abrió fuego dentro de la sala cobrando la vida de 12 personas y dejando heridas a 58. El joven de 24 años, acusado ya de 142 cargos criminales, iba ataviado con una máscara de gas y, al momento de su detención, llevaba cuatro armas.

La indignación de las familias de las víctimas radica en la publicidad que ya tuvo en los medios de comunicación la identidad del sociópata, por lo que pidieron no prestar atención al nombre del sujeto y enfocarse en la ayuda a los lesionados.

Casos como este deben ser tomados con la mayor seriedad posible, especialmente por los medios, ya que en su afán de explotar la noticia y acaparar la atención de la audiencia difunden el nombre del agresor sin tomar en cuenta que ese era su objetivo: lograr fama, aún a costa de arrebatar vidas. Cada vez que su nombre aparece en periódicos, revistas, radio, televisión e Internet, el asesino puede decir que cumplió su cometido.

Cuando decidí hacerme cargo de esta sección en NecroDomo lo hice bajo la convicción de que estudiando este tipo de casos, se pueden evitar, aunque a mi manera, esta es una contribución para identificar las conductas que revelan a un psicópata, y en este caso, sociópata y cómo actúan las autoridades para detenerlos, castigarlos o prevenir sus delitos.

En breve compartiré con ustedes las consideraciones médicas del expediente de este que llamaremos el asesino de Aurora.